EL PODER OCULTO DE LA CRISIS
Cristina de la Torre
Natalia Springer apunta directo a la mandíbula de la crisis. Señala ella que “los verdaderos patrocinadores y las grandes responsabilidades de esta guerra siguen en la sombra, perfectamente a salvo”. Si. En las entretelas del escándalo, el narcotráfico. Economía paralela de proporciones inimaginables que en 30 años ha favorecido a tantos, sin distingos de clase. Si en más del 80 por ciento de los municipios de Colombia compró tierras el narcotráfico, el filón mayor del negocio está en el sector financiero. Millonadas ha recibido de él la banca mundial, poco escrupulosa inclusive cuando de lavar dinero se trata, y acaso también la propia. A ello contribuyeron las reformas de los años 90. La internacionalización de la economía liberaba el movimiento de capitales en un escenario de desregulación de mercados, informalidad en las transacciones financieras y falta de controles.
El valor de la cocaína exportada en estas tres décadas, a precio mayorista, asciende a un billón 800 mil millones de dólares. No queda todo en manos del narcotráfico. Parte considerable de este valor se riega entre productores, transportadores, comisionistas, militares, paramilitares, guerrilleros, políticos, lavadores, funcionarios públicos, cultivadores… Pero el grueso va a parar a los 17 paraísos fiscales que lavan y reciclan fondos, muchos de los cuales terminan en la bolsa de Londres o en la de Nueva York. Proliferan en aquellos paraísos las transacciones invisibles de lavado de dólares, al abrigo de la confidencialidad que ofrecen y de sofisticados recursos para eludir controles legales.
Explica Ricardo Rocha que el narcotráfico también trae al país capitales encubiertos en operaciones internacionales legales, a través de la balanza de pagos. Sus coartadas más frecuentes, contrabando y subfacturación de importaciones, sobrefacturación de exportaciones, y capitales declarados como transferencias. Pero existe, además, una cantidad abrumadora de operaciones financieras realizadas por fuera de los establecimientos legales. Mercados paralelos, financiero y cambiario, que hacen las delicias de capitales de difícil explicación. Providencial resultó, pues, esta reforma financiera que suprimía los controles a los flujos de capital y de divisas, antes en cabeza exclusiva del Banco de la República.
Se creó en Colombia un enorme mercado negro de capitales que ha servido, por contera, para financiar el negocio de la droga. Coexisten en nuestra economía un sector formal y un sector informal. La soterrada repatriación de capitales provocó lo que nuestro autor llama “recomposición de la riqueza”, favorecida por esta eliminación de controles. La industria de la droga se traslapa con la economía formal, coexiste con ella y la complementa. En línea similar, casos se han visto de nuevas elites que se traslapan con las viejas elites, coexisten con ellas y las complementan. Movilidad social. Apenas natural, cuando uno de los costos gruesos de esta economía paralela es el lavado de activos y la inserción en la economía legal. La empresa del narcotráfico requiere organizaciones especializadas de carácter legal e ilegal. Como se exigen garantías sobre activos en Colombia, las inversiones se canalizan hacia construcción, propiedad rural y activos financieros. Las relaciones con la economía formal y con la sociedad procede por cooptación y por corrupción.
Tras la fría dinámica de la economía hay gente. Si FARC y Auc derivan del narcotráfico el grueso de sus ingresos, también empieza a revelarse que la responsabilidad de muchos empresarios en esta guerra trasciende la simple flojera frente a la extorsión. Se sabe. El gobierno lo sabe. Podrán meterlos a todos en la cárcel. A Manuso y sus huestes, a Tirofijo y las suyas, a sus cohortes políticas. Pero mientras siga vivo el narcotráfico y sus principales beneficiarios en la sombra, otros ejércitos vendrán a reemplazarlos. Y seguiremos en esta macabra comedia de las equivocaciones.