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DE CLIENTELISTAS Y MALEANTES

Por Cristina de la Torre



No es un decir de almas sombrías. Es la hecatombe. Colombia se despeña por el desfiladero de la corrupción. Y la dirigencia del país, su principal artífice, su Celestina, no ve ni oye ni hace nada contra ella. Capataces en su finca, a presidentes, congresistas, políticos, jueces y empresarios que deslizan los fondos públicos al bolsillo de su pantalón, hoy se suman guerrilleros y mafiosos para agregarle crimen a la felonía. Del discreto serrucho del Frente Nacional (la corrupción reducida “a sus justas proporciones”), hemos saltado al Estado de Corrupción. El narcotráfico colonizó media administración pública, contratos, puestos y presupuestos comprendidos. De otro lado, veinte años de descentralización del gasto a la buena de dios, han puesto también su grano de arena.

Cuatro hechos tomados al azar en la última semana indican las proporciones del desmadre. Veamos. Juan Manuel Galán dice sospechar que la multimillonaria financiación de las campañas del PIN y ADN procede del narcotráfico. Según Rafael Pardo, si el paramilitarismo financió campañas en 2006, hoy los fondos circulan abiertamente desde entidades del Estado y quienes deben controlar dejan hacer, dejan pasar. El uribismo estaría recibiendo apoyos mediante contratos y convenios suscritos con entidades oficiales como Fasecon y Acción Social. Tal la orgía de dineros públicos, que Pardo vaticina el advenimiento de un escándalo mayor que el proceso 8.000 y la parapolítica. El Presidente, –dice-, “no quiere dar la única garantía que importa: que no se roben el Estado para financiar campañas”.

Juan Manuel Dávila, rico beneficiario de AIS, revela que el ex ministro Arias quiso concertar con agraciados del programa para que no declararan antes de unificar criterios, cuando ya la Fiscalía había iniciado indagación formal contra los implicados. Compincharía y obstrucción de la justicia. El presidente del Senado, Javier Cáceres, resulta involucrado en una red de sobornos de mil millones al mes, tendida desde Etesa hacia propietarios de casinos, máquinas tragamonedas y juegos de azar. En fin, el zar anticorrupción denuncia que en 2009 el Estado pagó sobornos por 4 billones de pesos, equivalentes a 13% del presupuesto de inversiones de la nación.

Aunque goza de amplia aceptación, la corrupción sigue siendo en puridad un monopolio. Y viene aupada por la seguidilla de cambios políticos, institucionales y fiscales que despegó en los 80. Entre 1985 y 2005, en 50 localidades de Cundinamarca los ingresos municipales crecían a una tasa del 32% pero las Necesidades Básicas Insatisfechas se degradaban a un ritmo de -4%. Ineficiencia. Corrupción. Precipitada desconcentración de funciones y recursos hacia los municipios, amnistías tributarias, virtual supresión de las personerías, adelgazamiento del Estado a favor de la contratación privada y un principio de participación ciudadana convertido en demagogia abonaron el terreno donde los grupos armados amedrentaron, mataron, sobornaron, cosecharon y reinaron.

Álvaro Uribe conquistó la Presidencia gracias a sus ofertas de seguridad y lucha contra la corrupción. Pero pronto se vio que su catilinaria regeneradora hería, los primeros, a sus grandes electores. Después vino la reelección, pase al poder ilimitado que disparó su ambición y todo lo pervirtió. Si doblegó al Congreso cuando lo instó a votar sus proyectos antes de irse a la cárcel, éste terminó por avasallar también al Jefe de Estado, pues tenía entre el bolsillo las balotas de la reelección. Favores y chantajes van y vienen, de lado y lado. Su medio de cambio, una corrupción que ha roto todos los diques de la ley y la moral. Su destino final, el gobierno compartido entre clientelistas y maleantes.

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