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EL LARGO SUICIDIO DEL POLO

Cristina de la Torre



No es Petro quien quiere matar al Polo. En su trasegar suicida, el destape de la corrupción en el Gobierno de Bogotá parece anunciar el último resuello de la oposición. La izquierda democrática terminaría sacrificada en el altar de la retardataria y corrompida Anapo y su ayuda de cámara, el Moir. Este aire enrarecido que invade la ciudad es apenas epílogo de una prolongada autoflagelación del Polo como alternativa de oposición recta y verosímil. Desde el parto comenzó el suicidio. No bien nació, se creyó partido, siendo sólo coalición de fuerzas distintas. Pero esta camisa de fuerza ignoró además abismos insalvables entre el turbio legado del rojaspinillismo y la izquierda moderna. Un matrimonio que nunca debió ser, pues ninguna afinidad los acercaba. Populismo de derecha y estalinismo terminaron asociados en el propósito de ahogar a la corriente democrática del Polo. La alianza se extendió al uribismo en el Concejo y en los negocios de Bogotá, para arrojar una montaña de indicios probatorios de corrupción que la justicia investiga. Ya la ceguera de sus sectas le había infligido al Polo un golpe de muerte, cuando se marginó de los ocho millones de colombianos que se lanzaron a las calles contra el asesinato de 12 diputados del Valle por las FARC.

Ahora Avellaneda, senador del Polo, inculpa a Iván Moreno de enriquecerse con los contratos de Bogotá y, a su hermano, el Alcalde, de ser el responsable por acción o por omisión. Moreno responde que el denunciante y sus colegas, Petro y De Roux, quieren matar al Polo. Su Comité Ejecutivo en pleno – manipulado y despótico- rodea al Alcalde y acusa a los acusadores de complotar con la extrema derecha contra él. ¿Complot sería también la quiebra de Bucaramanga a resultas de la alcaldía de Iván Moreno? ¿Complot, los escándalos de corrupción que rodearon esa administración? Y el incendio de la alcaldía con todos los contratos, ¿fue caso fortuito o provocado? Denuncia Petro que el 70% de la contratación para movilidad en Bogotá quedó en manos de cinco grupos. Que una gruesa porción de los contratos se entregó sin licitación. Que dos supuestos amigos y socios de los Moreno, Julio Gómez y Emilio Tapia, recibieron contratos por 173 mil millones. Parte de los anticipos de los contratos de obras, dice, terminan pagando comisiones: “es el costo de la corrupción, pues esos dineros no se aplican a las obras”.

Miguel Nule revela que Julio Gómez y Emilio Tapia le pidieron una comisión del 6% sobre dos contratos de vías con destino a Iván Moreno. Según la revista Dinero, Colombia pide levantar el secreto bancario para establecer si la firma Geos Investment recibió 30 millones de dólares que se habrían pagado en comisiones por contratos de Bogotá. Y para conocer el origen de fondos que Moreno hubiera movido desde sus cuentas en Islas Vírgenes. El representante de Geos en Miami es Emilio Tapia, amigo, contratista y gran elector de Moreno en Sahagún. Y Luis Alfredo Baena, negociante colocado por su amigo lván en la administración del Distrito, figura como socio de las mismas firmas radicadas por el senador en aquel paraíso fiscal. Dinero reconstruye la apretada telaraña de contratistas de la Alcaldía que serían amigos o socios de Iván Moreno, mientras su hermano, el Alcalde, le nombra los enlaces en la administración del Distrito. Todo queda en familia.

Si el Polo no sanciona a sus corruptos, desaparece como opción de cambio. Termina bifurcado entre el amorío de la casa Moreno-Rojas y el Moir, de un lado; y, del otro, la izquierda democrática que se apoya sobre una base sustantiva de la organización y sólido respaldo de opinión. Destino del PC sería, tal vez, la solitaria tozudez de sus homólogos del mundo, fósiles de la política. Por lo visto, no habría asesinato del Polo sino suicidio.

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