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CENSURA A LA EDUCACIÓN SEXUAL

Cristina de la Torre



No obedece sólo a la mediocridad de nuestros maestros, ni a barbaridades como aquellas de suprimir la cátedra de historia o dispensarle al estudiante todo esfuerzo en virtud de la promoción automática. Que Colombia ocupe casi el último lugar del mundo en educación resulta también del dogma como sistema de pensamiento que la Iglesia impuso desde hace un siglo largo, por lo menos, cuando metió mano en las aulas y las avasalló. Está por verse cuánto habrá pesado en nuestras carencias esta pacatería de aldea, mancuerna de la república bananera que se nos alebresta periódicamente. Y no apenas en la violencia, recurso del dogma extendido a la política que se resuelve en eliminación del contradictor. También en el hecho inexcusable de que nuestros muchachos, levantados en el miedo, no sepan pensar, ni analizar, ni comparar, ni criticar, ni imaginar, ni crear, ni resolver problemas.


Último botón de muestra, el veto de la Curia, del procurador Ordóñez y del Opus Dei a los libros sobre diversidad sexual que formaban parte de la Colección Semilla en el Plan Nacional de Lectura y Escritura del Ministerio de Educación. Iniciativa que dota de biblioteca selecta a 20.600 colegios oficiales. Son 270 títulos que abren horizontes al mundo y entrañan correctivos de fondo a la crisis de contenidos y métodos de enseñanza. Flor en el desierto de nuestra malhadada educación, resultó también mancillada por aquellos paladines de la caverna. Y la Ministra, lejos de imponer respeto al Estado laico que ella representa, humilló la cerviz.


En artículo titulado Educación sin sexo, sexo sin educación (Arcadia 6,13), señala Lina Vargas que en la Colección quedó proscrito el tema de la sexualidad. En el cedazo de los evaluadores quedaron atrapados títulos de calidad y delicadeza sin par, sólo para ahondar la fractura que acusa la educación sexual de nuestros jóvenes. Pese a que debe impartirse por obligación; pese al boicot del Procurador, para quien la ley imponía una cátedra abortista, el Estado apunta a instruir al estudiante sobre derechos sexuales y reproductivos, de modo que pueda decidir responsablemente sobre su vida sexual, respetar a los demás y acercarse a una ciudadanía plena. Pero el golpe de mano del oscurantismo se tradujo en este caso en censura de los textos que abordaban el tema de marras.


A la campaña se suma el Centro Cultural Cruzada, en página web del Voto Católico, para exigirle al Ministerio de Educación que “pare de corromper a la infancia y a la juventud”, y cancele su programa de educación sexual, proyecto anticristiano inspirado en la “ideología de género”. Reclamando el derecho de los padres a educar a sus hijos, Catalina Castillo invita en Red Familia a dar un paso al frente en esta “guerra”, y “el campo de batalla es la mente y los valores de nuestros hijos”. Razón legítima le asiste a Castillo si quiere sustraer a sus hijos de la educación sexual. Mas, por tratarse de un Estado laico, no puede imponer desde su ideología religiosa la supresión de un programa oficial. E instaurar en su lugar un dogma de fe como política de Estado.


Ha pasado a la historia la fórmula jurídica de la Teocracia decimonónica, cómo no; pero sus poderes de facto siguen pujando por moldear mentalidades en los enjutos parámetros del dogma de fe. Mentes aprisionadas en ideas fijas, ajenas a la reflexión, a la experimentación, al arte propios de una educación para la vida. Mentes dóciles al mesianismo, que a falta de libros varios se contenten con algún catecismo, de Franco o de Fidel. Si algo sabe Ordóñez por experiencia juvenil es que prohibir libros es como quemarlos; y quien quema libros termina quemando gente.

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