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ORDÓÑEZ: ¿EL TIRO POR LA CULATA?

Cristina de la Torre



El desplome definitivo de su máscara justiciera provocó una sacudida capaz de catapultar al centro-izquierda hacia la Presidencia el año entrante. La procaz destitución de Petro y su sentencia de muerte política por débiles motivos desnudan de cuerpo entero los delirios de poder de un procurador que desde el Ministerio Público se sacude a un duro competidor para las elecciones de 2018. Pero –oh sorpresa- revitaliza el proceso de unidad entre izquierda, centro y fuerzas populares que bien podría capitalizar la general indignación por este episodio que sella un largo periplo de abuso de poder. El enojo redoblaría la intención de voto para una tercería que, unificada, derrotaría al uribismo en primera vuelta y le disputaría el poder a Santos en la segunda.


Muchos agradecerán al funcionario que castigó la ineficiencia del alcalde, por supuesto. Otros adorarán al pantalonudo que frenó en seco la carrera política de un hombre de izquierda, por ser de izquierda. Elocuente advertencia a cuanto insurrecto quiera abandonar las armas para hacer política. He aquí el electorado que ha cultivado Ordóñez con esmero, a base de látigo, arrogancia, clientelismo, hipocresía e inmoralidad. Candidato extraído de las tinieblas para llenar el vacío de la extrema derecha cuyo caudillo no podrá ya ejercer en cuerpo propio la Primera Magistratura.


Pero no todo el 80% de consultados por Caracol Radio que repudió la destitución del Alcalde, ni todos los ofendidos con esta tropelía son petristas. Encarnan, más bien, el gesto primero del destape en un país amedrentado por la concurrencia venenosa de despotismo religioso y complacencia con criminales incrustados en el poder público, que ha prevalecido en la última década. Díganlo, si no, la identidad de Dios y Patria que presidió el Gobierno de Álvaro Uribe y su persecución sin tregua a la Corte que juzgaba la parapolítica, a la cual no escapó Petro por haberla denunciado. Dígalo también el procurador que transforma su función civil en coacción de una secta religiosa. Mientras declara inocentes a parapolíticos y no investiga o indaga con pereza a quienes se robaron a Bogotá, cuyo señalamiento le mereció a Petro la Alcaldía por votación popular que se quiere burlar.


El aparato venía ya montado y la acción, en marcha. El aparato: miles de empleados sin oficio, encabezados por 776 procuradores que ganan hasta $24 millones; los parlamentarios gobiernistas, que eligieron y reeligieron a Ordóñez; el partido Voto Católico, una tajada sustancial de las altas cortes y la clase dirigente que se caló la levita para engalanar el matrimonio de su hija, cuyo nombre nadie supo. La acción: el exconstituyente Otty Patiño denunció que las sanciones a Petro se habrían pactado de antemano entre el Procurador, Álvaro Uribe y Fernando Londoño. Por su parte Emilio Tapia, testigo principal en el juicio al carrusel de la contratación, reveló que el caos de las basuras fue planeado por los operadores privados para provocar la destitución del Alcalde, como en efecto sucedió. Entre los operadores estarían los hijos del expresidente Uribe.


Pese al poder de Ordóñez, un centro-izquierda maduro podría orientar la rabia larvada de tantos en función del cambio. Empezando por la elección de congresistas respetables. Pero no bastará con la unidad electoral. Si esta tercera fuerza aspira a convertirse en opción de poder, tendría que renunciar a la tentación caudillista, causa de descalabros como el de la Ola Verde. La indignación va más contra la caverna que en defensa de Petro. Si se canaliza en propuestas para el posconflicto, quizá se dijera entonces que a Ordóñez le salió el tiro por la culata.

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