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LA SOMBRA DE LAUREANO

Cristina de la Torre


Unos, Uribe y sus amigos, encarnan a Laureano en la consigna “calumniad, calumniad, que de la calumnia algo ha de quedar”. El otro, Santos, comparte con ellos amigos impresentables como J.J. Rendón y Germán Chica, que al parecer reciben dinero de la mafia. Y ambos, Uribe y Santos, se disputan a dentelladas el favor del viejo PIN, tenido por fortín de la parapolítica. Pero en el fondo del fangal se juega una apuesta de dimensiones colosales: la guerra o la paz. Apunta el Presidente a cerrar un conflicto de medio siglo entre contendientes sanguinarios que se ensañaron en la población civil. Y el uribismo, a consolidar por las armas el ascenso de la Colombia que ha emergido mayormente al amparo del crimen, la ilegalidad y la violencia.

Con tan malas compañías –jotajotas, Musas, Pines- mina Santos la credibilidad de su emblema de paz. Por frivolidad y politiquería, da papaya. El Centro Democrático actúa en cadena y se la devora entera. El senador del Ubérrimo sindica al Presidente de recibirle a Rendón dos millones de dólares de la mafia. No aporta pruebas. Pero, maestro en propaganda negra, sabe que convulsiona así al país en vísperas de comicios. Fernando Londoño se explaya en sindicaciones de calado mayor. En su columna de El Tiempo, llama al Jefe de Estado truhán, delincuente, le adjudica el propósito de matar a Álvaro Uribe y de asesinarlo a él. Tampoco éste presenta pruebas. Pero, familiarizado de cuna con el ideario y las formas de lucha de Laureano –falangista confeso- y de los rugientes Leopardos, facción filofascista del conservatismo, confía en agudizar así la conmoción en la opinión.

Conforme avanzaba la Revolución en Marcha de López Pumarejo –reformas agraria y tributaria, separación entre Iglesia y Estado, educación laica, promoción del sindicalismo-, escalaba el dirigente conservador, uno a uno, todos los peldaños que condujeron a la Violencia: del verbo intrépido a la acción intrépida y de ésta al atentado personal, hasta coronar en la guerra civil. Dizque para conjurar al demonio liberal, tronó el caudillo godo en 1940: “¡Llegaremos hasta la acción intrépida y el atentado personal… y haremos invivible la república!” Silvio Villegas remató: “Las masas desencantadas de la actividad democrática terminarán por buscar en métodos fascistas la reivindicación de los derechos conculcados”.

Tras ocho años de incitar con la palabra a la violencia y ahora, en la inminencia de una elección dramática de Presidente, Uribe y los suyos echan mano, sin medirse, de la calumnia y el insulto a la persona de sus adversarios. Paso que podría mover el gatillo de algún magnicida intrépido para perpetuar esta guerra sin retorno, paraíso de la república invivible. Óscar Iván aporta su granito de arena. Engancha en su campaña a un Hacker fanático de la ultraderecha colérica, eficiente espía de las conversaciones de La Habana. Y todos a una propalan especies dantescas de aquel proceso, de fácil recibo en un país que odia más a las Farc que al narcotráfico, tan pródigo en irrigar dinero acá y allá, en empujar el ascenso social de legiones de colombianos hartos de pobreza y exclusión. Groseros embustes que buscan malograr la desactivación del conflicto, frustrar las reformas que el país anhela, y redoblar la guerra.

Advierte el fiscal Montealegre sobre una “guerra sucia de la ultraderecha colombiana contra la solución negociada del conflicto”, contra la democracia y el Estado de derecho. Como el nacionalsocialismo –agrega- que se gestó en grupos violentos entregados a desinformar y echar a rodar rumores falsos, así peligrosos grupos de neofascistas operan en Colombia, de la mano de agentes de la inteligencia militar, para sabotear la paz. La sombra de Lauareano.

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